El atracador entró a la librería como solían hacerlo, en la década del cincuenta, los más temidos ladrones de libros; metralla mano y tabaco en boca. Lucía un sombrero de media ala terciado hacia la derecha y un traje negro impecable. El librero, lector voraz de novelas de gánster, se puso feliz y le abrió la bóveda para que saqueara los más cotizados tesoros de la literatura de todos los tiempos: el atracador quedó desarmado ante tanta poesía.
3 Comentarios
Oscar Hernández Ochoa
Excelente Amigo y Hermano Juan Parada
Luis Velasquez
Excelente Sr. Juan Parada.
Jose Sandoval
Ni Dick Tracy se atrevió a tanto… Dicen que quien lee no roba, pero esto demuestra lo contrario.