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La narrativa en movimiento de Juan Manuel Parada. Por Rodolfo Quintero Noguera

Seré honesto desde el principio; estas palabras no son más que una aproximación modesta y tímida; empero, con la prudencia y el entusiasmo que me acompaña cada vez que abro y leo un libro de recién factura, más aún si su autor es mi amigo y sobre todo si su obra tiene porte y relevancia y desafía la modorra intelectual que de momento busca imponerse en un mundo ensimismado en la trivialidad y la abyección de sus mortales. Como lo he dicho ya, busco adentrarme al imaginario narrativo de «La invasión y otros breves movimientos», el más reciente libro de Juan Manuel Parada, editado por Zenzala, un proyecto editorial que lleva adelante el poeta Dannybal Reyes Umbría.

Apenas cinco días atrás recibí este libro. Gabriel Figueredo, escritor y amigo, me había comunicado el deseo de Parada por presentar su libro en Mérida, sabiendo quizás que esta tierra reguarda aun parte del fuego y la religión de la literatura venezolana. Por eso, esta lectura ha sido «a vuelo de pájaro», en franco movimiento y con diligente prisa a fin de cumplir con honradez el honor de presentar estos cuentos, estos ejercicios narrativos que desafían —con eficaz imaginación— al fastidio y al bostezo, pues resulta imposible permanecer indiferente o distraído ante sus historias, que tienen el poder de los grandes narradores latinoamericanos de atraparte de súbito en la tensión del hilo narrativo. Esto lo sé porque justo ayer, después de dos bocinazos y una mentada de madre advertí que el semáforo había cambiado a verde mientras leía como Numas despertaba luego de una intensa golpiza y celebraba que el golpe recibido en el pecho haya sido por una patada y no un disparo, y en ese estado febril, descubriera heridas y chichones, y se preguntara si realmente valía la pena empuñar el fusil o el puñal (no sin cierta impericia) o blandir su pluma de escritor de novelas que bien sabía usar con destreza. De cualquier manera su gallardía ante la barbarie de las botas negras lo convertiría en un símbolo de la resistencia y del porvenir anhelado.

De eso se trata, de un tratamiento narrativo utópico y al mismo tiempo distópico, entre historias y personajes que se mueven entre sueños e ideales en busca de consolidar los cimientos de un nuevo reino de justicia como virtud social, de igualdad y de fraternidad, que sueñan en una mítica república como Platón, o en una «nueva Atlántida» como Francis Bacon. En el primer «movimiento» convergen las ambiciones políticas, sociales, económicas e intuyo también ecológicas de personajes paupérrimos, en desventaja y desventurados que enfrentan el modelo que el Capital impone y echa por tierra todos sus deseos y sueños. Pero al mismo tiempo se impone un ambiente narrativo que busca caracterizar una sociedad deshumanizada, sombría, totalitaria e indeseable, donde reina el desencuentro, el desafecto y la desunión, una sociedad distópica y orwelliana claramente abominable frente a los desvalidos que anhelan la rebelión. Elías, Calistra, Numas, Sarmiento, Rufino y Zapata bien pudieran ser personajes propios de la historia de la lucha armada venezolana de los años 60´y 70´… en movimiento por poblados, valles, montañas y llanuras como las que ocuparon los militantes de la FALN y posteriormente el PRV, Sierra de San Luis, Cerro El Bachiller, Barranca, Montañas de Humocaro y Cerro Azul o Laguna Verde en Yaracuy…

La velocidad de la narración varía de acuerdo a la tensión discursiva; desde la quietud —que es un movimiento estático—  que acrecienta la atención, hasta movimientos frenéticos de acontecimientos y episodios que se suceden a un ritmo particular y deliberadamente acelerado, que a cualquier lector desprevenido lo hará chocar su Maserati contra el muro sin haber comprendido a tiempo si las redondas nalgas al sol eran de la anciana o de la muchacha que la auxilió (en el cuento Fotografía instantánea de un paso peatonal); sin poder advertir si el rastro de labial rojo sobre la camisa blanca fue una coartada contra el silencio que el pesquisa no atinó en su informe policial (en el cuento Informe Policial); ni mucho menos despertar a tiempo para saber quién duerme y quien sueña en el cuento Sueños y sospechas.

Desde luego, Juan Manuel Parada se inscribe sin complejos en una tradición narrativa que ha acogido en Venezuela a importantes e influyentes exponentes a partir del siglo XX, como es el «cuento corto», el género del micro relato, de la ficción breve; que ha tenido como a uno de sus máximos exponente al escritor y también yaracuyano Gabriel Jiménez Eman, un maestro en el arte de atrapar al mundo en una línea. Parada, con destreza imaginativa y verbal, desarrolla una serie de cortometrajes con elementos fantásticos, políticos, cotidianos, humorísticos y aparentemente absurdos o mágicos, dejando en el espectador el reto placentero de elaborar en su mente las escenas y las fotografías de una peli en «super-8», cuya economía expresiva sólo busca la expansión estética y la multiplicidad de imágenes en la psiquis del lector.

La narrativa, en Venezuela, es un símbolo vital de la literatura fraguada desde los años 60´ de la extinta centuria del siglo XX hasta el día de hoy; un torrente vigoroso que fluye como alborada, una causa febril que se impone —sin prejuicios— ante la vanidad del mundo y sus complejos. «La invasión y otros breves movimientos» más que un libro, es la reafirmación contumaz de un país que se construye y se deconstruye en la Palabra. De veras resulta difícil pensar en Venezuela sin tener la referencia inmediata de sus narradores, sólo nombrar a Guillermo Meneses, Alfredo Armas Alfonso, Salvador Garmendia, Denzil Romero, Victoria de Stefano, José Balza o Laura Antillano nos da señas de una nación cuya cartografía es un mapa de ensueños, una geografía trazada por el fuego [fuego que en este caso y en todos es la representación más auténtica de la identidad].

En Parada hay —lo que llamó Calvino— poética del relato, tan característica en la narración breve, en una suerte de construcción y luego deconstrucción del lenguaje, saturado de la alquimia verbal propia de quien domina el oficio de escribir. La conciencia del narrador, por su naturaleza creadora, juega a armar un rompecabezas, buscando un equilibrio entre lo espiritual, lo orgánico y lo industrial. Como un antropólogo de antros nocturnos, conjura las ruinas del alma y la riqueza espiritual, para ordenar las historias con elementos de la memoria invicta y elementos de la memoria proscrita; en un afán deliberado de cosificar para lograr sumar en la creación.

Creo, en plan final, que Juan Manuel Parada cumple con la expectativa de exponer un sumario auténtico de la narrativa más relevante y reciente de Venezuela, una literatura en proceso y con las ambiciones propias que cada generación tiene de aportar nuevos elementos al ya vigoroso corpus narrativo de un país, que ni en sus más oscuros episodios ha dejado de expresarse a través de la palabra escrita. Sé que toda hipotética afirmación que he hecho sobre este libro será menor a cualquier historia de esta estupenda selección de cuentos, En realidad todo ha sido un amago, una tentativa honrada, en sumergirme en un universo narrativa que, de seguro, merecerá una atenta y detenida valoración.

Mérida, 12 de Septiembre de 2024


(Mérida, 1978) Poeta, ensayista y editor. Cursó estudios en Derecho, Educación y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Los Andes. Autor de «La Flor del Osario» (poesía) y «Ojo de Pez» (ensayos), entre otros. Actualmente dirige la Revista «Triandafila» y las Ediciones «Caminos de Altair».

2 Comentarios

  • Mily Carol
    Posted 16/09/2024 at 2:08 PM

    Cómo siempre, le deseo Miles de éxitos a este gran hombre, excelente administrador y mejor humano. Qué orgullo de persona eres Juan Parada 💖 felicidades

    • Juan Parada
      Posted 18/09/2024 at 11:16 AM

      Muchas gracias por sus buenos deseos, espero seguir contando con su apoyo siempre.

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