Era ella. Venía en la muchedumbre que se desbordó en la calle como todo mediodía. Habían pasado unos doce años pero supe que era ella. En su rostro no había rastro de las mordidas del perro, mas conservaba en sus ojos el mismo ciclón con que me miró aquel domingo en el hospital. Quise acercármele…
Una sombra alargada en el piso se desliza por debajo de la cortina. Raúl intenta sentarse para estar en guardia. Le duele la pierna y sujeta el bastón que tiene sobre la cama. Con los ojos inmóviles, el cuerpo rígido y un grito reprimido en la garganta recuerda las veces que Oscar, el gato, predijo…
