Era ella. Venía en la muchedumbre que se desbordó en la calle como todo mediodía. Habían pasado unos doce años pero supe que era ella. En su rostro no había rastro de las mordidas del perro, mas conservaba en sus ojos el mismo ciclón con que me miró aquel domingo en el hospital. Quise acercármele…
Estaba a punto de sonreír cuando el plato de sopa resbaló de la mesa. Estiró la mano por un impulso que estaba más allá del simple reflejo; de verdad quería impedir que se derramara la única comida que podía ofrecerle ese día.
Lo ojos del niño se sembraron en los ojos de ella que…
