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TIERRA DE GRACIA
Prólogo del libro Plan Mayurupi “con mis propias manos”.

Es mi abuela vista desde el sol como una postal de quien cultiva el suelo ajeno, sudando a chorros, vertiendo la liquidez de su cuerpo cansado en la tierra que trabaja para el patrón. A su lado pasa huyendo un hombre negro, como buscando su libertad, hasta que el dolor le alcanza por la espalda, como una bala, y lo tumba sobre el camino truncado y su sangre se mezcla sobre la tierra formando el barro de la injusticia. Más allá, como desdibujado por la línea del horizonte en llamas, el alfarero sentado en su taburete, deja surgir una vasija de entre la magia de su talento, para calmar con ella la sed de mi abuela y lavar el rostro del esclavo mancillado.

Es la tierra del agricultor sin tierra, del que fue arrebatado de sus tierras y del que vive, la dura vida, de la tierra.
Algún tiempo atrás, en la génesis, Dios jugaba con barro, como los niños en el patio, y fue modelando al primer hombre, hasta que puso en movimiento este planeta llamado tierra con el aliento de su nariz, a sabiendas de que sería la tierra el sostén de su vida y la materia de su eternidad.

Y se hizo la tierra el medio de producción originario, que al ser convertida en mercancía desató la avaricia y con ello la guerra. Es la tierra prometida y la tierra codiciada. Lo mismo materia para el bloque del palacio que para la tapia del rancho, y así, tierra de donde surge la vida en manos de Dios, los alimentos con el trabajo del agricultor, tierra para erigir la casa, para el asiento de la ciudad y para dibujar los límites de la soberanía, tierra a la que volvemos todos para hacernos infinitos.

Tanto la biblia como la ciencia afirman que es el barro el origen de la vida. Según el libro de génesis, Dios formó al hombre del polvo de la tierra y según científicos, es en ese laboratorio llamado barro donde pudieron haber ocurrido los complejos procesos bioquímicos y reacciones para formar proteínas, ADN, y finalmente toda la maquinaria que conforma una célula viva.

De allí la magia, su conexión con nosotros, siendo nuestro origen y fin, es también nuestro medio. ¿Cuánta vida concentrada en un puñado de barro? La energía de nuestros ancestros, sus vivencias y creencias justo al alcance de nuestras manos, para modelar lo nuevo, para el sustento, para perpetuar la existencia.

En cada pieza elaborada en barro, la historia entera del universo, en un bloque, la alegría de vivir, en una casa, la vida habitando la vida, la respiración solapada del que vive y del que vivió, la síntesis de todas las vidas, en una vida.
Del adobe que heredamos de nuestros más remotos abuelos, mesopotámicos, hoy rescatamos la técnica para irrumpir en el paisaje del hormigón que se levanta como una muralla para confinarnos a la intemperie, y rebeldes, organizados, pisando tierra, vamos construyendo nuestras casas con el barro de la existencia. Casas que dignifican la vida, salvándonos de la romántica idea de morir de frío bajo las estrellas.

Y así, va germinando en el horizonte yaritagüeño una casa y otra y otra, hecha con nuestras manos, casas que vistas desde el sol, palpitan al compás de los corazones que la habitan, porque una casa de adobe está tan viva como la familia que en ella vive, como mi abuela y la tuya perpetuadas en el barro.
Beso la tierra que piso porque la descubro nueva, como de reciente aparición, como el invento más hermoso para tener entre manos, y veo a los niños felices, ya no sucios por la tierra sino benditos por ella, cobijados en ella, a salvo.

Juan Manuel Parada
Yaritagua, 04 de octubre de 2024

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